POR GAIZKA BASALDUA SAUTO
Cuando en el curso de los acontecimientos humanos se hace necesario que un pueblo disuelva los vínculos políticos que lo han ligado a otro y tome entre las naciones de la Tierra el puesto separado e igual al que las leyes de la naturaleza y del Dios de esa naturaleza le dan derecho, un justo respeto al juicio de la humanidad exige que declare las causas que lo impulsan a la secesión.
Nosotros no somos las 13 colonias británicas norteamericanas que en 1776 declararon su independencia. Nuestros condicionantes, nuestras circunstancias, y las motivaciones que nos mueven pueden perfectamente no parecerse en nada a las de los denominados padres fundadores. Pero llegado el caso, al igual que ellos deberemos hacer exposición clara de lo que nos mueve, de lo que nos impulsa a pedir libertad sin ambages. Y eso será justo.
No nos mueve ni la codicia ni las ansias de poder. Los que hoy nos reunimos no pretendemos sino la mejora de la vida de nuestros congéneres, de nuestros conciudadanos. Y lo pretendemos sin entorpecer la existencia de nadie. No estamos aquí para restar sino para sumar. Para que aquellos que quieran sumar puedan hacerlo. Pero sin obligar.
Se está obligando a demasiadas cosas, de forma demasiado rápida, y sin atender demasiado al bienestar de la gente. La cuerda se está tensando y terminará por golpear a alguien en la cara. Godfrey Bloom, europarlamentario británico del UKIP exponía en la Eurocámara que aquellos que nos gobiernan están jugando con nosotros, que viven con soltura y sin preocuparse por nada mientras que el ciudadano de a pie mira impertérrito. Pero les advirtió de que en el momento en el que los ciudadanos se dieran cuenta de la realidad asaltarían la cámara enfurecidos para colgarlos a todos, y que tendrían razón.
En Ucrania avanza el nazismo, el Imperio Ruso sigue mecido por la mano del gangsterismo, EEUU se atrinchera en el miedo y mientras tanto la Vieja Europa languidece, sin rumbo, como una voz que se apaga en la noche.
¿Y qué hace la gente? ¿Se puede decir que la gente esté apática? Yo más bien diría que la gente está sedienta. Sedienta de nuevos paradigmas en los que pueda votar, organizar, dar forma, construir, definir, estructurar, trabajar, cooperar, orquestar, ser parte activa o pueda delegar de forma activa. Queremos más que nunca ser capaces de gestionar nuestra libertad. Decir hasta dónde queremos ejercerla sin que nos pongan cortapisas.
Queremos, por qué no decirlo, decidir. Decidir qué se hace con un tren de alta velocidad, qué se hace con una autopista, qué se hace con los medios de producción eléctrica, qué se hace con el sistema financiero, qué se hace con los medios productivos, con la producción agrícola, qué se hace con un representante que se mofa de sus promesas y se vende a poderes extranjeros y sombríos, poderes sin rostro. Queremos decidir qué se hace con nuestro estado. Con Nabarra, nuestro estado conquistado.
Cuando se habla del derecho a decidir enseguida sintonizamos la radio con el debate independentista, cuando sólo en parte tiene que ver con ello. En realidad, el derecho a decidir es algo mucho más pequeño, más sencillo, más primario. El derecho a decidir es la base de la libertad, y cuando éste es negado se convierte en la base de la rebelión, que según La Fayette era el más sagrado de los derechos y el más indispensable de los deberes.
En esta encrucijada, la lucha por la vuelta a la independencia del estado de Nabarra es una lucha por la libertad y por el derecho a decidir, una lucha para recobrar el control de nuestros destinos que nos ha sido robado y ultrajado, no sólo a los vascos, sino también a los castellanos, a los aragoneses, a los riojanos, a los pasiegos, a los gascones, a los extremeños y manchegos que habitan el viejo reino, todos ellos navarros por derecho de sangre y suelo.
No se reclama la independencia de Nabarra por que sí. No somos arlotes que se juntan porque no tienen nada mejor que hacer. La independencia de Nabarra tiene un fin concreto que es la mejora de la vida de la gente y toda su administración debe tener como objetivo único dicha meta. El espíritu conciliador del edicto de Nantes no hace sino reflejar la idiosincrasia de su precursor, Enrique de Nabarra y del ser navarro en general. “Una gallina en las ollas de todos los campesinos”. No estaría mal que viendo el percal, empezáramos por ahí. Aunque sin duda tendríamos muchos frentes entre los que elegir un comienzo.
Se decía de Esparta que sus murallas eran los escudos de sus espartiatas y sus fronteras las puntas de sus lanzas. En una sociedad de la antigüedad como era la de las poleis griegas e incluso hasta hace no demasiados años, los estados se construían a golpe de mandoble y a paso de ganso. En la sociedad del siglo XXI no se debería reconstruir ningún estado ni obligar a ninguna sociedad (caso de la navarra) a ser parte de un estado por la fuerza de las armas. Las herramientas de que disponemos son mucho más sutiles, no requieren del sufrimiento ni de la muerte, y sin embargo pueden ser realmente poderosas. El ejemplo espartano es interesante por lo sutil y amoldable.
En el caso de la definición del territorio navarro tenemos claro cuál ha sido la extensión máxima de Nabarra en su historia. ¿Quiere esto decir que ésa debe ser la extensión del estado? Obviamente no, es un marco en el cual nos movemos para poder reconocer unos derechos pero en ningún momento es principio y fin. Las fronteras de Nabarra no serán definidas por un mapa, ni por la punta de nuestras lanzas, sino por la libre decisión de sus ciudadanos, los cuales, rompiendo con marcos impuestos, sean los de las provincias españolas o los de un muy mal entendido “zazpiak bat” deberán pronunciarse y proclamarse como navarros, como miembros del estado navarro.
Y en su defensa no será necesario que construyan murallas pues su escudo será todo un corpus legal ya existente desde la edad media que una vez actualizado a los tiempos podrá dar voz, decisión y libertad a los ciudadanos. Pieza central de la organización política y social, en los Fueros encontramos la herramienta clave para la articulación de los esfuerzos de la sociedad.
A través del ejercicio del derecho a decidir y teniendo claro que ya teníamos nuestras propias leyes que no han sido sino pervertidas durante 800 años, no nos queda sino plantarnos y decir que basta. Que basta de conquista, que basta de atropellos, que basta de no poder decidir nuestro futuro. Que queremos organizarnos en asambleas municipales, comarcales, provinciales y estatales. A través bien sea de la participación activa o de la delegación activa.
Ver a través de ello que nos podemos entender, que podemos convivir seamos de la etnia que seamos o de la ideología que seamos, que podemos conseguir el bien común, que no somos unos zotes a los que hay que decir qué es lo bueno y qué es lo malo porque tenemos discernimiento propio y concienzudo, y que podemos conseguir la liberación de las mentes de los ciudadanos.
Al igual que Churchill no tenemos nada más que ofrecer sino sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor, y cuando nos pregunten, ¿qué tiene que ofrecer Nabarra al mundo? Podremos decir, libertad.
Artículo publicado recientemente en el Deia y en el Diario de Noticias.