La primera conclusión a sacar por Ln de los datos del navarrómetro sobre la intención de voto a las próximas elecciones al Parlamento de Navarra, es que para los ciudadanos y ciudadanas navarras el régimen realmente tiránico -e intrínsecamente corrupto- establecido por los conquistadores de siempre en Navarra, se halla a punto de derrumbarse democráticamente, debido al empuje político surgido de una ciudadanía que esta diciendo: ¡Ya vale!
Los verdaderos dirigentes de UPN y del PSN, que han estado en el poder durante estos últimos treinta y tres años, no surgieron del seno de la matrona democrática, sino que fueron formados y lanzados a las elecciones desde el genocida Partido Nacional de Movimiento bajo la dirección del Gobernador Civil del Estado franquista en Navarra. Hay por un lado el hartazgo de los ciudadanos, descubriendo que habían sido engañados y utilizados por quienes tuvieron la osadía de camuflarse de demócratas y de gestores honrados cuando nunca lo fueron, y por otro a quienes les choca sin mas la corrupción por lo que han reaccionado para acabar con esta situación ya insostenible.
Por primera vez el respaldo electoral a los partidos del estatus conquistador no va a llegar al de un tercio de todos los votantes. Mientras que, algo muy significativo, los votantes a los partidos nacionalistas no han aumentado, ya que no han sido capaces de aparecer como alternativa para los que han decidido dejar de votar a los partidos que han sostenido al régimen que ahora desprecian. Ahí está precisamente el quid de la cuestión.
Aquí entra en juego con todo su peso la cuestión determinante, que la sociedad navarra es un sujeto político soberano e independiente, continuamente conquistado. A pesar de que esa es la contradicción principal, el nacionalismo se ha dedicado a formular un imaginario que ha dado en llamar vasco, aunque muy a menudo ni tan siquiera lo sea. Esta fijación culturalista les ha convertido en fácil presa de los partidos detentadores del poder político. Pues se trata de un nacionalismo culturalista y en el mejor de los casos lingüístico, cada vez más alejado de la realidad de esta sociedad conquistada y de sus verdaderos problemas políticos, sociales y económicos, ignorando en la práctica todos los derechos y las libertades individuales y colectivas propias de la ciudadanía navarra.
El gigantesco problema político que padece esta sociedad, el nacionalismo vasco ni lo huele ni quiere hacerlo. Así ha ido creciendo el distanciamiento entre la ciudadanía de esta sociedad, sobre todo la más consciente de hallarse conquistada, y los partidos nacionalistas vascos. Existe un desencuentro ya casi crónico entre el patriotismo cívico y el nacionalismo etnolingüístico. Este último, con el agravante, de haberse encerrado en su burbuja, alejándose de las tendencias ciudadanas mas boyantes en los movimientos soberanistas como los de Escocia y Catalunya. «Podemos», la abstención y de aquí en adelante el nuevo movimiento cívico navarro Ln (Libertad navarra-Libertate nafarra) van a recoger los votos de los desengañados de los partidos existentes hasta ahora y que en mayor o pequeña medida han influido en las instituciones controladas por el tambaleante régimen que podríamos llamar floral, ya que no tiene nada que ver con los Fueros de los derechos y libertades de la ciudadanía navarra.