POR TOMÁS URZAINQUI MINA
La visita de apoyo del alcalde de Tudela a su homónimo de San Sebastián, con motivo de ser ésta Capital Europea de la Cultura en 2016, ha generado un cruce de comunicados entre ambos y la duda de quién sabe si hubo algún error conceptual en alguno de ellos. El alcalde de Donostia, Eneko Goia, le dijo por carta al alcalde de Tutera, Eneko Larrarte, “queremos compartir esta oportunidad, por lo que nos mostramos abiertos a la colaboración con otras ciudades del entorno y, particularmente, con ciudades de la vecina Comunidad de Navarra, con cuya ciudadanía la ciudad de San Sebastián ha mantenido lazos muy estrechos”.
El comunicado posterior hecho público por el alcalde de Donostia hablaba de que con la reunión que habían tenido se probaba “la disposición existente en Euskal Herria a trabajar juntos, a sentirnos cercanos y a colaborar en todo aquello que nos une y que redunde en beneficio de las dos ciudades”. El problema surge que a las denominaciones utilizadas, debido a la polarización creada en este país dividido, donde ahora se reparte el espectro político, del tenor de vascos o navarros, o como antes lo habían sido liberales o absolutistas…
Aunque aparentemente el asunto principal que se plantean los dos primeros ediles es el haber o no salvado el respeto institucional mutuo que se deberían. Cuando en contra de lo que algunos sostienen, si el hecho se contempla desde la ubicación geopolítica afectada de forma super estructural por la conquista continuada -que siempre es nula por contraria al derecho de gentes-, entonces el error lo tendría sobre todo el alcalde de Donostia, más siendo abertzale, y no tanto el de Tutera. Ello deriva de que el de Donostia debería respetar, como el resto de sus correligionarios, y no solo por cortesía institucional que también, la realidad geopolítica de que Donostia es una ciudad navarra, conquistada de continuo por Castilla y España, al igual que Tutera. Así, el verdadero lazo de unión social y jurídico político entre las dos ciudades es que son navarras y que han sido arbitrariamente separadas por los conquistadores, mediante la partición impuesta que padecen hasta la actualidad. Por otro lado, la geolingüística está ligada en este caso a la misma pertenencia jurídico-política al formar parte ambas de la Navarra entera. La condición lingüística de ser Euskal Herria está en relación con la pertenencia a la sociedad jurídico-política, nacional y estatal, al formar parte de la Navarra plena, con sus derechos a ser libre, soberana e independiente.
Las embarcaciones de los piratas en fiestas de San Sebastián llevan hoy la bandera navarra de los barcos mercantes del puerto de San Sebastián que vio Benjamín de Tudela en el puerto de Alejandría. La entrada de Donostia en la historia es como ciudad portuaria navarra, su Fuero, promulgado por Sancho VI el Sabio, es el título perpetuo de villa navarra, recoge su motivación como puerto marítimo del Atlántico, mientras que Tutera era el puerto fluvial hacia el Mediterráneo. La narrativa inglesa de los siglos XII y XIII refleja a Navarra y a la ciudad de Tudela como motivos literarios importantes. En el año 1200 los castellanos conquistaron San Sebastián y el castillo de La Mota. En 1522 se celebró por orden del rey de España Carlos I un consejo de guerra contra las milicias municipales guipuzcoanas por haber abandonado sus puestos de combate frente al ejército navarro que había recuperado Hondarribia, donde permaneció hasta 1524. En 1813 San Sebastián fue arrasada por el Ejército aliado al objeto de impedir el socorro y avituallamiento francés en el bloqueo y asedio sobre la capital Pamplona. Toda la historia, incluida la memoria reciente, de Donostia y Gipuzkoa, es ininteligible sin tener presente su condición jurídico-política navarra.
Ha llegado el momento de preguntarse a qué se debe la actitud refractaria, cuando no reticente, de cierto nacionalismo con respecto a la realidad social, jurídico-política e histórica de esta nación propiamente dicha. Desde las proclamaciones de los derechos del hombre y del ciudadano, a finales del siglo XVIII, la nación es el conjunto de la sociedad, aunque sea plural y plurilingüe, con sus derechos y libertades garantizados y protegidos por el sistema jurídico de su propio Estado. Este es, a grandes rasgos, el sentido de todos los movimientos de liberación nacional que se han desarrollado desde entonces hasta ahora en Europa y en el mundo. La realidad ocultada es que aquí la defensa de la libertad nacional, que llegó desde el pueblo hasta el tercer estado o brazo popular de las Cortes de Navarra, nos ha dejado textos de gran valor en la defensa de la independencia nacional, ya desde 1794 a 1841, como los de Ángel Sagaseta de Ilurdoz, el último asesor constitucional de las Cortes de Navarra.
Para la inauguración del primer centro del PNV de Iruña hablaron Arturo Campión y Hermilio Oloriz sobre la recuperación del Estado navarro, el primero sobre la Constitución navarra y el segundo sobre la heroína de la independencia de Navarra, Ana de Velasco. Conferencias de igual tenor se daban por toda la Navarra marítima. Sin embargo, después se produjo la sustitución de la patria navarra, o nación jurídico-política, por la etnia, que como en todos los sitios entonces se llamaba raza. Si se está ocultando y negando a la patria navarra, que es la garantía del ejercicio de todos los derechos y de las libertades propias de esta sociedad conquistada, se padece un grave problema interno al pretender sustituirla, solo en el mejor de los casos, con una imprescindible pero insuficiente parte de la misma, la de la comunidad lingüística del euskera.
Publicado en Diario de Noticias