POR TOMÁS URZAINQUI MINA
El discurso político profesional está constituido habitualmente con subterfugios y eufemismos, pero esta práctica alcanza niveles de auténtica sustitución de la realidad cuando se trata de camuflar la situación de subordinación que sufre esta sociedad conquistada, lo que genera la aparición de verdaderas incongruencias.
Desde el nacionalismo ha habido autores que confunden el reemplazo de los Fueros propios por unos fueros de privilegio, o concesiones de la conquistadora Castilla, luego autonomía foral, con los Fueros de soberanía y políticos, que son los Fueros navarros. Así, el nacionalista Leizaola metió en el mismo saco a la obra jurídico política del patriota navarro Sagaseta de Ilurdoz y a la del fuerista liberal vizcaíno Navia de Salcedo, cuando ambos se referían a realidades objetivas diferentes, el primero a la constitución independiente navarra con su propio sistema jurídico y ordenamiento legal, mientras que el segundo se refería a la normativa foral vigente en las provincias de Araba, Bizkaia y Gipuzkoa, supuestamente pactada tras la conquista de la Navarra marítima y la consiguiente suplantación allí por los reyes de Castilla de los Fueros de soberanía navarros.
El ocultamiento de la causa patriótica, la de la libertad de Navarra, que se manifestó unida hasta principios del siglo XX, está relacionado no sólo con el acoso desde las posiciones de los conquistadores españoles y franceses, sino también desde el combate iniciado en 1895 de un cierto nacionalismo contra el fuerismo, en principio vascongado, llegando a confundir el significado de los fueros. El nacionalismo no ha querido tener en la consideración debida el máximo contenido patriótico que tiene la defensa del sistema jurídico propio de Navarra, o Fueros. Es decir, la defensa del Estado independiente de Navarra, concretado en su ordenamiento jurídico, también llamado Fueros.
Se sigue sin tener en cuenta la existencia del verdadero sujeto político de nuestra sociedad. Así, mientras se ha visto que, junto al catalanismo cultural estaba el catalanismo político, en cambio no se quiere ver que además del vasquismo cultural (Euskal Herria) está el sujeto político estatal de Navarra y su consiguiente patriotismo soberano e independiente. Falta visualizar a la sociedad política, conquistada y dividida, social y territorialmente, que es la de la Navarra entera. Los prejuicios ideológicos lo dificultan, como lo demuestra que se haya llegado en las encuestas de identidades nacionales a que no se pregunte sobre la consideración de identidad o pertenencia y existencia de la ciudadanía navarra en la Navarra occidental (Araba, Bizkaia y Gipuzkoa ) y en la continental; y todavía más si tenemos en cuenta que en todas las encuestas sobre este tema realizadas en los últimos tiempos, en lo que se refiere a la Alta Navarra, el porcentaje de los que se consideran solamente navarros supera con diferencia a las demás opciones: navarros y vascos, navarros y españoles, solo vascos o solo españoles.
La valoración que hizo el que después sería el fundador del nacionalismo vasco, Sabino Arana, sobre la Gamazada, a la que fue invitado por patriotas navarros, es muy esclarecedora. Escribió que Navarra había sabido movilizar a toda su sociedad, sin distingos de ninguna clase, en defensa de los derechos nacionales. Pero después de hacer aquella afirmación confesaba que le parecía impensable aplicar el modelo de aquel patriotismo cívico en Bizkaia y se inclinó por crear un partido nacionalista que se pudiera enfrentar a los partidos dinásticos españoles hegemónicos entonces en Bizkaia.
Sin embargo, el patriotismo navarro que tiene muchos siglos de independencia a la espalda, tras la Gamazada de 1893-1894, fue confundido con el del origen del nacionalismo vasco en 1895, desde el ámbito de los seguidores de Sabino Arana, cuando, aún siendo aquel anterior y haber influido en el surgimiento de este, existe un desencuentro fundamental, precisamente en la fijación del sujeto político nacional, mientras en el primero es la liberación de la ya existente sociedad estatal independiente navarra ahora conquistada, para el segundo se trata del proyecto de un nacionalismo partidista, de inspiración inicialmente étnica-religiosa-lingüística, que tiene como objetivo crear una nueva nación, olvidándose de liberar a la sociedad, y al estado propio, que aunque conquistados, ya existen.
Ha habido tantos fuerismos como ideologías de partido se han afincado en el país. Para los nacionalistas sin Estado propio, sería recomendable un poco de conocimiento de nuestra historia nacional y de que hoy estamos conquistados por España y Francia, así partirían de la realidad de que el sujeto político nacional es Navarra y no de ensoñaciones vestidas de ropajes puristas.
No se consigue llegar a un análisis suficiente del sujeto político, prefiriendo el espejismo fundamentalmente culturalista. Por otro lado, tampoco contempla la realidad contemporánea de la sociedad y su Estado propio de Navarra, pues no quieren ver que yacen subordinados por la conquista continuada a manos de España y Francia.
Los conquistados, ahora -conscientes o inconscientes- colaboradores de los conquistadores, se sienten muy incómodos ante lo que ellos ven como amenaza para sus intereses, la posibilidad de que la nación conquistada recupere el ejercicio de la independencia. Así, aquellos que usufructúan una parte del poder en los territorios navarros conquistados, orientales u occidentales, y del norte o del sur, están nerviosos ante la eventualidad de tener que devolver el poder a la sociedad conquistada. Los partidos nacionalistas se hallan ante la tesitura patriótica de abrirse a la desconquista y al Estado navarro que es el propio, o por el contrario seguir encastillados en unas supuestas instituciones forales falsamente pactadas con el conquistador.
Fuentes del nacionalismo han señalado las posibles fases para un nuevo estatus político. Estas fases aparecen con una clara influencia del politólogo español Herrero de Miñon. En mi libro Soberanía o subordinación (2005) ya analicé este tipo de planteamientos que resultan negacionistas de la realidad de esta sociedad conquistada y de su Estado.
Otra tendencia reduce la cuestión al ejercicio del derecho a la necesaria consulta, o derecho a decidir, ocultando lo fundamental, que antes de conseguir la independencia externa con respecto a los demás estados hay que desconquistarse internamente. Algunos, como Ibarretxe, no lo dicen porque piensan que ocultando la realidad de la Navarra entera pueden saltarse el primer paso -la fijación del objeto social independiente o sujeto cívico-político- e ir directamente al referéndum de autodeterminación. Un salto porque no se quiere hacer los deberes que sí han hecho los catalanes y escoceses, pues ellos han dejado asentado que son estados independientes que ahora están dominados por otros estados.
Fuente de la noticia: (Noticias de Navarra)