POR TOMÁS URZAINQUI
“No se nos otorgará la libertad externa sino en la medida exacta en que sepamos, en un momento determinado, desarrollar nuestra libertad interna”, según Mahatma Gandhi, padre de la independencia de India. Es ocioso esperar la recuperación de la independencia externa con respecto a los demás estados del mundo, mientras no seamos capaces de independizarnos internamente. Se debe extender entre la ciudadanía el conocimiento de que, la independencia, o la libertad y la soberanía colectiva e individual de esta sociedad, no puede esperar, ya que es la necesidad más consustancial al ser humano. Sin embargo, se está haciendo lo contrario, cuando unos anuncian que van a sacar “un nuevo proyecto de estatus político” y otros, o los mismos, se quedan en reivindicar “el derecho a decidir” para un momento no concretado, sin que ninguno de ellos diga algo sobre cuando se debe de satisfacer la necesidad vital y democrática, inmediata y de ninguna manera posponible, de ser independientes.
La base de la independencia es la existencia objetiva de esta sociedad civil diferenciada de las otras que la dominan por conquista continuada. Tenemos que identificar, con precisión, cuál es nuestra sociedad civil independiente, qué sistema jurídico tiene y cómo se llama jurídicamente, en nuestro caso, Navarra. Sin que tenga mayor significado el uso de las distintas ortografías de motivación lingüística (Navarra con v, b, f o p) con las que se le viste, ya que no se pueda legítimamente pretender con ello la manipulación ideológica del concepto jurídico-político estatal y nacional al que se denomina como Navarra. Los nombres de significado étnico-lingüístico que se busca utilizar ahora para denominarla, así Euskadi, Euskal Herria o País Vasco, no son correctos ni homologables desde la perspectiva jurídico-política universal, ya que para los derechos propios, la soberanía, las libertades, la estatalidad y la independencia jurisdiccional e internacional ya tiene nombre este país, que es Navarra.
“Comencemos por hablar de la independencia, que el reconocimiento de la identidad cultural vendrá solo y asimismo, me he encontrado ahora haciendo el elogio de una eventual independencia de Cataluña y de los países políticamente pobres, enfrente de unos Estados cada vez más nacionales, identitarios, nostálgicos y reaccionarios. Dejémoslos ser nacionalistas a ellos -concluye- y reivindiquemos directamente la independencia”, escribió, hace quince años, Xavier Rubert de Ventós. Efectivamente, más que los factores llamados identitarios, lo que realmente nos hace verdaderamente independientes es vivir de acuerdo con lo que nos exige nuestra propia necesidad de derechos y libertades, tener la propia legalidad y legitimidad, los también llamados Fueros, que en su práctica plena y coherente nos exigen e implican directamente la independencia externa. En nuestro caso, el de la Navarra entera, el único camino viable a la independencia es la recuperación y desarrollo sin cortapisas de nuestros Fueros, Legalidad, Constitución navarra, que nos proporcionan la independencia interna, como paso inmediato e inevitable a la independencia externa.
Los más favorables al ejercicio del derecho de decidir están entre los ciudadanos patriotas que quieren la independencia externa ya. Por el contrario algunos, que son identitaristas a ultranza, ven al derecho a decidir con reticencia, cuando no como un peligro, porque saben que el derecho a decidir ha de pasar por la participación y decisión de toda la ciudadanía, lo que según ellos podría afectar a su sedicente y recortada identidad, que a ellos paradójicamente ya les satisface y de la que se han erigido en principales guardianes. Hay que vencer el prejuicio, de que «ya estamos algo mejor» y que debemos esperar a una futura independencia. Sin tener en cuenta que la falta de independencia ahora afecta directamente al interior de las personas y de nuestra sociedad en su conjunto, así como en la dimensión social y territorial; haciendo caso omiso a la verdadera realidad, a las aculturaciones jurídicas y lingüísticas, conquista y subordinación permanentes. Se niega el efecto interno sobre el conquistado, alegando solo efectos como que el euskera se pierde por el abandono voluntario de los hablantes y que con su voluntad se recuperará y que los fueros no son útiles o que son del ámbito privado.
Para poder liberarse democráticamente del conquistador, se debe desenmascarar previamente a las ideologías interiores que dificultan el avance de la autoorganización democrática de toda la sociedad civil conquistada. El negacionismo interno, consciente o inconscientemente, se empeña en demoler desde dentro la cohesión de nuestra sociedad civil y su Estado de Navarra, que yace conquistado, cuando ha sido hasta la contemporaneidad nuestro Estado europeo independiente y sujeto político internacional activo. A pesar de las continuadas conquistas que padece, hasta hoy mismo, en el derecho internacional vigente Navarra es el único sujeto político que tenemos, aunque ahora pasivo. Así, lo demuestra el vigente tratado internacional de 1856, por el que quince años después del desmantelamiento estatal de Navarra de 1841, y el consiguiente traslado de las aduanas del Ebro al Pirineo, se reparten expresamente las “dos Navarras”, divididas con una nueva frontera de ciento cincuenta kilómetros, desde la Mesa de los Tres Reyes hasta Hendaia, entre los dos Estados conquistadores, España y Francia. Trabajar por la recuperación del Estado navarro, conlleva la territorialidad y sistema jurídico propio -legislativo, ejecutivo y judicial-, lo que supone ya poseer el requisito indispensable para volver a tener la independencia interna y estar en condiciones de recuperar de inmediato la independencia externa en el propio Estado europeo de Navarra.
Publicado en Diario de Noticias