Nos encontramos al final de la calle Lehendakari Agirre, un pequeño rincón de Gasteiz que nos remite al que hasta la fecha es el último intento por establecer en nuestra tierra un Estado independiente de España. Leemos en los libros de historia que el ejecutivo encabezado por José Antonio Agirre y Lekube, desde octubre de 1936 hasta junio de 1937 fue, de facto, una entidad jurídica-política casi independiente de España. En términos prácticos, resultó ser un oasis rodeado de la intolerancia y el caos propio de la España republicana. En el Estado vasco de los nueve meses no hubo persecución religiosa ni tribunales al margen de la ley. Y la administración propia instaurada por los hombres fuertes de Agirre asumió casi todas las competencias que anteriormente había detentado el Estado español. Mantuvo delegaciones en el exterior, formó un ejército propio, acuñó moneda y expidió pasaportes, desarrolló un sistema judicial propio, etcétera etcétera.
No deja de llamarnos la atención que, en pleno siglo XXI, quienes hoy día honran el legado de Agirre sigan hablando de bilateralidad, nuevo estatus político, pacto de igual a igual con España. Luchar por un autogobierno que, en realidad, es un gobierno delegado y detentado de Madrid es como para un equipo de fútbol salir a empatar. Cuando se salta al campo a por un empate, lo que se cosecha es una derrota.
Y en esas estamos: derrota, en el caso de Navarra, nuestra milenaria patria, equivale a conquista. Y de eso sabemos mucho en Gasteiz. Más de tres siglos antes de que cayera nuestra capital, Iruñea, caía la Nova Victoria ante las tropas castellanas de Alfonso VIII. Desde entonces, los gasteiztarras somos vascos y los iruindarras son navarros. O eso nos contaron quienes ganaron la guerra, quienes colgaron a nuestros héroes, como suele decirse.
Hoy día, en Vascongadas o, lo que es lo mismo, en la Navarra Occidental, nadie es reprimido por decirse navarro, como sí ocurrió años después del fin de la Guerra de Navarra. Pero a menudo quien en la actualidad así se proclama recibe a cambio incomprensión, cuando no burla. Cuando en media Europa antiguas civilizaciones como la escocesa reivindican su pasado histórico, aquí se nos define como historicistas y los progres de turno nos invitan, con palmadita en la espalda incluida, a mirar al futuro y dejar agravios pasados.
Y nosotros, como desobedientes que somos, seguiremos hablando alto y claro: Navarra es un Estado conquistado por la fuerza de las armas, aunque fue capaz de conservar los últimos vestigios de su independencia hasta 1841.
Desde entonces, Navarra es una colonia de España y el Gobierno español le impone lo que todos los imperios imponen a sus colonias: una conquista continuada. Lo hace de diversos modos:
- El Estado español nos divide en artificiales provincias que no responden a la naturaleza de la Navarra histórica. Y nos condena, tanto en suelo español como en suelo francés, a vivir enfrentados en diferentes autonomías o departamentos.
- El Estado español niega, mediante su constitución, una verdad incontestable: que los navarros somos sujeto político de derecho, con capacidad para decidir por nosotros mismos. Y decidir no es sacar las urnas a la calle, claro que no. Eso se lo dejamos a los pueblos que nunca tuvieron Estado propio. Nosotros si tuvimos un Estado propio, y contra eso no cabe ningún argumento.
- El Estado español nos niega la voz en el concierto internacional, donde somos simplemente españoles o franceses, dependiendo de a qué lado de los Pirineos hayamos nacido.
- El Estado español nos niega la posibilidad de mantener con él una relación bilateral, de Estado a Estado. De esa manera, nos impone una relación en la que él manda y Navarra obedece.
- El Estado español nos impone su historiografía y oculta nuestra verdadera historia para así manejarnos a su antojo y mantenerlos fieles a su causa.
Cuando se nos pregunta por qué se nos ha ocurrido fundar un partido más en tierra navarra siempre respondemos que los primeros que no deseábamos hacerlo éramos nosotros. Pero no nos han dejado otro remedio: en estos momentos, Libertad navarra es el único partido que defiende abiertamente la independencia y la unilateralidad. Otros partidos hablan de derecho a decidir, de caminar hacia la soberanía… Creíamos necesario romper una lanza contra los eufemismos y los subterfugios. En Cataluña ya lo han hecho. ¿Acaso hemos de ser nosotros menos que los catalanes?
No hemos de pedir nada a España, porque nada nos va a dar. Y cuanto antes lo valoremos y nos empoderemos, antes recuperaremos la independencia perdida y nos sacudiremos esta conquista continuada.