Navarra en las Cortes castellanas de Burgos de 1515

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POR PEDRO ESARTE MUNIAIN*

El verano de 1515 cubrió los tres primeros años de la ocupación y fue el año de la absorción política del Estado de Navarra al imperio castellano en formación, y de plasmarse a nivel internacional su desaparición. El hecho se realizó a nombre de la reina Juana (hija de Fernando) como absorción privada y personal, tal como se plasmó en las citadas Cortes castellanas de Burgos.

Todo aquello que quiera reducir el impacto de la absorción del reino o Estado navarro a un suave aterrizaje de Navarra a Castilla, es un sucedáneo que pretende cubrir el engaño. Debido a la literatura oficial, parecía que iba a plasmar, dado que la empresa privada tuvo que competir con las instituciones, tanto en precios como en el ejercicio público, exposiciones y/o congresos.

No obstante debemos felicitarnos, tanto a nivel de editores, prensa, autores y expresiones populares de cómo con el relato de los acontecimientos hemos impuesto una derrota al sector oficial y para-oficial que no se esperaba.

Supongo ya, que tras estas elecciones, podemos dar por pasados a los mandatarios del régimen en Navarra y sus colaboradores, que institucionalmente gustaron de establecer unívocamente el término de “conquista de Navarra e incorporación a la corona de Castilla” como complementos de un solo hecho, cuando entre ambos discurre el espacio de tiempo de 3 años.

Creo que se ha acabado (y viene reflejándose como una realidad) como desde la época de los tiempos de Jesús Aizpún y Jaime Ignacio del Burgo, se daba como veraz que las Cortes de Castilla celebradas en Burgos constituyeron un pacto de igual a igual entre los reinos de Castilla y Navarra. El hecho de su dilatada y profusa propagación (hoy ya derrotada), consiste en sí misma un hecho político de trascendencia actual, dado al interés programático demostrado y fracasado, que llegó a ser materia prima y fundamental de una ideología en Navarra, y que le ha servido para mantener engañados a los navarros, gobernando durante el franquismo y el postfranquismo, cerca de 8 décadas.

Ante los hechos y algún relato retrospectivo, no podemos pensar que las Cortes de Navarra desplazaron a sus representantes hasta Burgos, solo por una materia que podían haber confiado a la reparación del virrey, y suponemos que aunque fuera verbalmente, se opusieron a la anexión de Navarra a Castilla. Los citados acuerdos que tomaron las Cortes castellanas de Burgos, afectaban (y afectaron) a Navarra. El silencio y la vuelta de vacío de dichos embajadores, fue pagado con la promesa de pagar las deudas contraídas y que se le reclamaban, dándoles la promesa de darles 4.000 ducados más (a parte del pago de la deuda a la ciudad de Pamplona), como esplendidez del rey, según quedó reflejada en la respuesta aportada y que nunca cumplió, ni en la donación, ni en el pago de la deuda.

Que estos hechos se descubran a 500 años después de ocurridos, nos revelan los intereses económicos y políticos que lo han ido ocultando. Y aunque todavía hay quienes manifiestan como incorrección dar luz a la verdad de los hechos ocurridos, su importancia y gravedad se ha ocultado con un enmascaramiento continuo de los hechos, que a lo largo de 500 años, se han ido superponiendo en los años siguientes como tapones, justificación y/o excusas de los anteriores. Todo hilvanado hasta el presente.

Falsedad tras falsedad, la justificación de la donación eclesial de Navarra no vale hoy para justificar la invasión, por lo que se sigue insistiendo en una supuesta guerra civil entre navarros, que no hay por donde cogerla. Un reciente autor que publicó su versión de la conquista (2010), alardea de haber tomado los datos de documentos originales, cuando asienta la cifra de 563 alusiones a beamonteses y agramonteses, sin ningún autor coetáneo ni documento de la época que lo acredite, haciendo alusión a la existencia de dichas parcialidades. Es decir, el citado autor ha presumido de hacer un relato equidistante basado en datos coetáneos, cuando lo que ha realizado es una novela acoplada a su visión política.

En un reciente artículo sostiene el mismo autor, la existencia del “partido beamontés …(o) el mariscal y sus agramonteses …”, lo cual resulta totalmente falso, dado que ni existió partido beamontés ni de los agramonteses (Monteano en DIARIO DE NOTICIAS 11-VI-2015). También afirma que “el rey español accedió a algunas de las demandas … (de una representación navarra) ninguna de esas peticiones tenía calado político … y los despidió el 30 de junio”. Hace falta aclarar que el rey Fernando no atendió ninguna de las demandas presentadas por los embajadores navarros e hizo promesas que sabía no iba a cumplir.

La embajada navarra que fue a Burgos al tiempo de la celebración de las Cortes castellanas de Burgos de 1515, lo hizo en representación de un acuerdo unánime de las Cortes de Navarra (lo que desmitifica la existencia de agramonteses y beamonteses) llevando la lista de contrafueros sufridos, y demandando que fueran reparados. Los representantes de los Tres Brazos de las Cortes navarras fueron el abad de Iranzu don Rodrigo, el señor de Caderita Jaime Díaz y el alcalde de Corte Miguel de Aoiz. Más representativos y de primera fila, no podían ser.

Negar que los reparos de los agravios solicitados no contuvieran calado político, es ofender a la realidad, igual que se hace al decir que el rey Fernando accedió a algunas demandas (Monteano id.), pues no reparó ninguno de los agravios presentados, y solo les dio falsas promesas de pagar las deudas adquiridas y otorgarles más dinero.

Pero además Monteano oculta la calidad de la representación de los navarros, presentes en Burgos el 30 de junio: “un abad no muy relevante, un noble de segunda fila y un juez representante de Pamplona”, cuando como ya hemos dicho eran los máximos representantes de nuestras Cortes. Toda una suma de “errores”, difícilmente de creer que fueron casuales. Hasta ahora, en Navarra llevamos 500 años escribiendo nuestra historia con las plumas del vencedor.

Y la claridad y conocimiento de los hechos, es lo que me ha movido y me mueve a escribir el presente artículo, al mismo tiempo de denunciar falsos o incorrectos relatos, plasmados en aspectos degradantes de la historia de Navarra y vacíos, si han de verse desde el aspecto de aportar hechos positivos en todos sus aspectos.

*El firmante es autor del libro ‘Fernando el Falsario’, PAMIELA 2012

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